jueves, 31 de diciembre de 2020

La vampira del Raval

En 2012 escribí un artículo llamado "Robo de riñones", motivado por la necesidad de indagar acerca de una de las leyendas urbanas más conocidas y que imbrica con otras leyendas de similar índole a lo largo de la historia moderna. Las leyendas de los "saca mantecas" en España e Hispano América siempre han ido de la mano con asesinos en serie y casos criminales que nunca han quedado del todo esclarecidos. Uno de estos casos a principios de siglo XX fue el de Enrriqueta Martí, también apodada "La vampira de la calle de Poniente", que moraba en el conocido Barrio Raval de Barcelona hasta el momento de su detención.

Esta historia trata de una mujer que al parecer sufría de algún tipo de trastorno psicológico, y al mismo tiempo, habría sido una presunta asesina en serie, quien fue juzgada y condenada por el asesinato de niños de los cuales nunca se encontró ningún cadáver. Sin embargo en la actualidad, existen razones para pensar que aunque efectivamente existen indicios documentales de que se dedicó al secuestro y proxenetismo de menores entre otros delitos, no llegaron a existir pruebas irrefutables de haber cometido supuestos asesinatos, y que acabaron por convertirse en la leyenda urbana que a sobrevivido hasta nuestros días. Lo cierto es que aunque existe una amplia bibliografía acerca del caso, la gran mayoría exalta aquella leyenda negra que la identifica como una asesina en serie, o en el mejor de los casos, la perfilan como víctima de un sistema patriarcal en dónde los intereses políticos de la época jugaban un papel fundamental en la trama.

Ambas perspectivas no dejan de ser verdades a medias, quizá motivadas por la literatura fácil de escritores que generalmente buscan vender libros a la masa que disfruta del morbo colectivo, perpetuando leyendas negras envueltas en el halo paroxístico de los chivos expiatorios de antaño, o bajo la absurda convicción de que contrapesada la balanza histórica, la cabeza de turco de aquel entonces ha de ser considerada hoy como una sórdida víctima de una sociedad misógina, machista y patriarcal del fascismo autoritario.

Afortunadamente en la actualidad existen algunos trabajos serios al respecto, entre los que destaca "Barcelona 1912: El caso de Enriqueta Martí" (Corominas, 2014), en dónde el autor expone las diferentes perspectivas informativas de la época, en un ensayo periodístico en el que es posible apreciar una contextualización histórica profunda, ofreciendo al lector un análisis coherente, del cual es posible extraer conclusiones contrastadas.

Enriqueta Martí tras ser apresada.



Breve historia

En este artículo no pretendo volver a contar y recontar la archiconocida historia de la "Vampira de la calle Poniente", sino esbozar los aspectos más relevantes de la historia basándome en el trabajo de Joan Corominas y en otros documentos de interés que pude consultar en los archivos de Barcelona, con los cuales podamos concluir algunos aspectos psicológicos, sociales e históricos de la trama, atando cabos que aún no han sido muy abordados. No obstante, para el que no conozca la historia he de hacer una breve introducción para poder entender el resto del artículo.

En el contexto de la Barcelona industrial de 1912, la miseria y la insalubridad en algunos barrios obreros, contrastaba con el lujo y la suntuosidad de una ciudad burguesa post-colonial. Las mujeres jóvenes de los pueblos aledaños probaban suerte en la gran ciudad en busca de oportunidades, entre ellas estaba Enriqueta Martí nacida el 2 de febrero de 1871, quien migra desde San Feliu de Llobregat a la ciudad de Barcelona con tan solo 15 años para trabajar como sirvienta. A finales de los ochenta de siglo XIX y a principio de los noventa, Corominas cita (Paco Villar, 2012: 108-112) "(...) Enrriqueta asidua a las fiestas fue la protegida de un industrial panadero que la tomó como amante (...)".

Poco y nada mas se sabe de los primeros años de enriquece en Barcelona, hasta que en un artículo de La Vanguardia (Barcelona, 15 de marzo de 1912) se afirma que Enriqueta en 1892 yacía afincada en la calle San Ramón, una afamada zona de prostitución en la ciudad condal. Al parecer, en sus primeros años de andaduras por la ciudad desarrolló la mayoría de sus actividades en la parte baja del Distrito de Hospital (Distrito V) al menos de forma esporádica. En 1895 a los 24 años de edad, Enriqueta Martí contrae matrimonio con Joan Pujaló, un pintor, anticuario y comerciante de poca monta a medio camino entre el republicanismo y el radicalismo tradicionalista. Este ferviente admirador de Alejandro Lerroux, mantendría una relación con Enriqueta que duró poco más de 10 años entre rupturas y reconciliaciones, hasta que en 1904 Enriqueta Martí da a luz un hijo de Pujaló llamado Alejandro, que aparentemente muere el 20 de junio de 1905 (Corominas, 2014: 177) a causa de malnutrición infantil severa.

Después de todo lo vivido y una serie de desaciertos a lo largo de su vida, Enriqueta comienza a mostrar comportamiento antisociales y delictivos, que acaban con su detención en 1912 por el secuestro de una niña de 5 años llamada Teresa Guitart, en el piso de la calle Poniente 29 (actual c/ Joaquin Costa) ubicada en el barrio Raval de Barcelona.

Fotografía de Teresa Guitart tras ser rescatada por agentes de los cuerpos de seguridad.



Contexto

En la Barcelona de principios de siglo XX, el 39% de la población era analfabeta mientras que según afirma Corominas, dicha cifra aumentaba drásticamente en las zonas rurales alcanzando más del 80% de la población. Por aquel entonces, historias de hombres del saco robaban niños eran muy comunes producto del alto índice de casos relacionados con desapariciones de niños, producto de las pocas o nulas garantías sociales que tenía la población mas desfavorecida, lo cual permitía el tráfico de menores con fines como la explotación sexual y/o laboral.

Esta realidad se entremezclaba como dicotomía entre el progreso modernista y la aún arraigada superstición medieval relacionada con la existencia de brujas y curanderos, que utilizaban fluidos humanos y huesos con el fin de elaborar pócimas y elixires que prometían curar enfermedades mortales en aquella época como la temida tuberculosis o la tos ferina entre otras. Según Corominas tales creencias se fundamentaban en inverosímiles milagros perpetuados por la ignorancia de la población, que al mismo tiempo eran muy difíciles de subsanar por parte de las autoridades gubernamentales dado los altos índices de analfabetismo. No obstante, personalmente me parece loable que el problema también radicaba en que las propias autoridades, o al menos una parte de los estamentos mas acomodados y "cultos" de la población, también eran proclives a considerar como verdaderas tales supersticiones. En este sentido, es cosa de estudiar la implicación del ocultismo en las motivaciones nacionalistas de políticos europeos tras la I y II guerras mundiales, pero esto es harina de otro saco.

Cuando analizamos la irracionalidad con la cual se desenvolvió todo el caso entre febrero de 1912 hasta el fallecimiento en prisión de Enriqueta Martí en abril de 1913, tendemos a obviar el por qué una total desconocida de pronto salta a la fama por asesinar niños que nunca se encontraron evidencias mas que unos huesos que desacuerdo con los rudimentarios métodos forenses de la época, difícilmente pudieron haber sido constatados como pertenecientes a los niños desaparecidos. Lo más tórrido del asunto, es que difícilmente también podían ser identificados como humanos, puesto que eran trozos de huesos con evidencias de haber sido cocinado y/o quemados. En este sentido, Corominas advierte que también existen testimonios que describen a Enriqueta como pedigüeña y asidua a reclamar sobras de comida en restaurantes o centros de caridad, como también, testimonios de personas que aseguraban haber visto a Enriqueta pasearse con una cesta que olía a carne descompuesta. En efecto, este tipo de testimonios se recogen en las diferentes fuentes de hemeroteca que Corominas (2014) recoge en su libro.

No obstante, la doctora en historia del arte Elsa Plaza en su ensayo "Desmontando el caso de la vampira del Raval: misoginia y clasismo en la Barcelona modernista" (ed. Icaria, 2014) afirma que en aquel entonces, la gente pobre juntaba huesos de los desechos de las carnicerías para luego venderlos en las traperías y las fábricas para hacer colágeno o pegamento, así como para fabricar botones. Esta hipótesis es muy loable, puesto que es sabido que Enriqueta cuando estuvo casada con Pujaló, se dedicaron a trapichear en el famoso Mercat dels Encants y luego incluso tuvieron una herboristería en la calle Elisabeth. Es decir, que parte de su tiempo había dedicado al comercio de baratijas, además de poseer conocimientos que le permitían quizá extraer materias primas de algún tipo de residuo.ç

Locaciones del Mercado de los Encantes, antes (amarillo) y después (rojo).


Actualmente el Mercado de los Encantes aún existe, y donde generalmente es posible encontrar baratijas, antigüedades y algún que otro documento o libro viejo. Hace unos años atrás, pude recuperar un libro de 1920 titulado "Compendio de Química Industrial" de Pedro Carré, dónde en la página 1065 habla acerca de la extracción de gelatina para la fabricación de cola, a partir de la oseína:

" (...) Los huesos contienen aproximadamente 30 por 100 de materia orgánica (oseína) y 60 por 100 de fosfato tricálcico. Los huesos de la cabeza son los mas abundantes en gelatina. La cabeza de ternera, por ejemplo, puede dar hasta 60 por 100 de gelatina. (...) Las materias primas empleadas son: los residuos  de los huesos de las carnicería, huesos de la basura doméstica y huesos porosos de la cabeza de los animales (...)" (Pedro Carré, 1920: 1065)


Doble vida

En el periódico El Heraldo de Madrid del 6 de marzo de 1912, exactamente en la página 3, se asegura que mala dona estaba inscrita en el Registro de higiene Especial con el nombre de Enriqueta García Martí, así mismo, según Joan Corominas algunos historiadores aportan direcciones de burdeles en los cuales Enriqueta ejerció su oficio. En 1900 habría frecuentado una casa en la calle de Valldoncella, mientras que en 1906 habría sido madame de un burdel en la calle Poniente nº 10. (Paco Villar "La prostitución al distrito Cinquè durant el periodo 1900-1914" en Paral.lel 1894-1939, Barcelona, CCCB, 2012, p. 39).

Muchas de estas afirmaciones fueron parte de los periódicos de la época, sin embargo, no es descartable que en efecto Enriqueta Martí si se haya dedico a la prostitución, al menos de manera esporádica en momentos puntuales de su vida. También es probable que se haya dedicado a trabajar de niñera de otras madres obreras que dejaban a sus niños mientras iban a trabajar a las fábricas, y de esta manera Enriqueta podría haber aprovechado de ir con los niños a pedir limosna o alimentos a los centros de caridad.

Como fuere, Corominas advierte que entre 1907 y 1909 habría compartido vivienda con Amelia Bayo...

Salvador Baquer habría declarado al Duende de la Colegiata que su amante tenía un cuerpo escultural. (El duende de la Colegiata, "fantasmas que existen", El Heraldo de Madrid (Madrid), 21 de marzo de 1012, p. 2 y el duende de la Colegiata, "Enriqueta, mujer", El Heraldo de Madrid (Madrid), 5 de abril de 1912, p. 2).



En efecto, es posible que Enriqueta Martí no haya pasado desapercibida entre los viejos verdes y algo adinerados de los cuales ella podría haber sacado algunas beneficio monetario, dadas las circunstancias sociales en las que se encontraban muchas de las muchachas que probaban suerte en la ciudad de Barcelona a principios de 1900. Es cuestión de mirar al rededor y comprender la misma situación que se vive en la propia ciudad condal hoy en la actualidad. Quizá la modalidad no fuese la de una prostituta propiamente tal, quizá mas bien una meretriz de poca monta víctima de la precariedad de su tiempo.

En síntesis y lejos del mito, la realidad versa de forma más bien prosaica. Enriqueta Martí fue prostituta desde la adolescencia, regentó un burdel, fue curandera, estuvo procesada por corrupción de menores y acabó siendo esposa de Juan Pujaló pintor bohemio y herbolario. La crónica negra de la época, aseguraba que asesinaba en su residencia ubicada en El Barrio de El Raval, secuestraba niños o bebés pendía para luego matarlos y elaborar con sus restos pócimas que vendía a las clases adineradas de la ciudad. Tales ungüentos, bases de filtros y cataplasmas habrían poseído supuestos poderes medicinales que los ricos compraban para mantener la juventud o incluso combatir la temida tuberculosis muy común por aquel entonces.

La evidencia de delitos relacionados con secuestros, raptos, suplantación, falsificación de documentos, entre otros, se comprobó con total certeza desde un principio, sin embargo, es un hecho que nunca existieron pruebas físicas de que hubiese realizado asesinatos. Existieron indicios y presunciones de infanticidios, pero nunca evidencias fehacientes. Al mismo tiempo es interesante resaltar, que toda esa aparente predisposición de los medios a disuadir la atención del público acerca de los delitos comprobados, pueda estar efectivamente relacionado con la posibilidad de que Enriqueta Martí hubiese ofertado adolescentes y niños a personas importantes, y estas a su vez manipulado o influido sobre los medios de comunicación de la época, con el fin de ocultar un entramado de trafico de menores y explotación sexual, que sin duda hoy en la actualidad sigue existiendo.

No menos interesante pero que abordaremos en otro articulo, es como esta historia conecta de alguna manera con las leyendas urbanas acerca del "adrenocromo", ya que incluso de llego a decir que personalidades importantes habrían querido "quitar de en medio" a Enriqueta Martí para que no hablase de la responsabilidad de tales personas, ya que se llegó a decir por aquel entonces, que el rey Alfonso XIII bebía la sangre que Enriqueta Martí obtenía de sus víctimas para obtener misteriosos efectos. 


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