martes, 7 de noviembre de 2017

Leyendas nacionales

Actualmente con el resurgir de los movimientos nacionalistas en Europa, ya sean estos de ideología marxista o fascista, siempre tienden a inocular el las masas concepciones y comportamientos disociativos acerca de la historia, alentando pasiones a través de leyendas y mitos nacionales que generalmente tienden a la irracionalidad, así como a cuadros de paranoia colectiva, narcisismo y mitomanía, que desembocan en un chovinismo "no agresivo", como por ejemplo lo es actualmente el caso de la Catalunya independentista. 

Ahora bien, un ejemplo de respuesta nacionalista residual tras la segunda guerra mundial, ha sido “La conciencia del Holocausto”. Como señala el reputado escritor Israelí Boas Evron, es en realidad “un adoctrinamiento propagandístico oficial, una producción masiva de consignas y falsas visiones del mundo, cuyo verdadero objetivo no es en absoluto la comprensión del pasado, sino la manipulación del presente”. En palabras del propio Evron, la memoria del exterminio nazi, llegó a convertirse “en poderosa herramienta en manos de los dirigentes israelíes y los judíos del extranjero[1]

Esencialmente son dos los dogmas fundamentales que sustentan la estructura del holocausto: (1) el Holocausto constituye un acontecimiento histórico categóricamente singular; (2) el Holocausto marca el clímax del eterno e irracional odio gentil a los judíos[2]. En el discurso público previo a la guerra de junio de 1967, no se encuentra ni rastro de estos dogmas, y aunque luego llegaron a convertirse en pilares de la literatura sobre el Holocausto, tampoco se encuentra rastro de ellos en los estudios serios sobre el Holocausto nazi[3].

La comunidad judía organizada de EEUU, hizo lo posible por enmarcarlo en un contexto universalista. Pero después de la guerra de junio del 67', la solución final nazi se situó en un marco radicalmente distinto. “La idea principal y primera que surgió de la guerra de 1967, y que llegaría a ser emblemática del judaísmo estadounidense”, según rememora Jacob Neusner, fue que “el Holocausto (…) era algo único, sin parangón en la historia de la humanidad”[4]. En un ensayo revelador, el historiador David Stannard ridiculiza la “pequeña industria de los hagiógrafos del Holocausto que argumentan con toda la energía y la ingenuidad de los fanáticos, que la experiencia judía fue única”[5]. De todas formas, no es difícil demostrar que el dogma de la singularidad es absurdo[6].

En este sentido, existirían múltiples formas de definir y subdividir la historia; las formulaciones de interés tradicional son el quién, el cuándo y el dónde; luego, en una área mas compleja, lo que interesa es el tema – el qué y el cómo, y, para quien tiene ambiciones intelectuales, el porqué; en cuanto a la metodología, por el carácter de las fuentes y la forma en que se las aprovecha; en cuanto a ideología, por su función y su propósito – más del historiador que de la historia, y muchas más. La clasificación aquí adoptada, según se desprende de las observaciones anteriores, es de tres tipos, como sigue[7]:



1.- Historia recordada, mas que historia propiamente dicha, consiste mas bien en una serie de observaciones acerca del pasado en una gama que va desde el recuerdo personal de los mayores hasta las tradiciones vivas de una civilización, contenidas en sus escrituras sacras, sus clásicos y su historiografía heredada. Es decir, se puede definir como la memoria colectiva de una comunidad o de una nación. Aquello que sus gobernantes y dirigentes, sus poetas y sabios han considerado mas digno de recuerdo, trátese bien de un símbolo o de una realidad.

2.- Historia rescatada, que se ocupa de acontecimientos, personas e ideas que han caído en el olvido, es decir, que en determinado momento y por alguna razón quedó borrada de la memoria de la comunidad y que, al cabo de un lapso mas o menos prolongado, fue rescatada por la erudición académica: el estudio de los archivos, las excavaciones en los emplazamientos de antiguas ciudades y la interpretación de inscripciones consignadas en lenguas ya desaparecidas y que revelan aspectos olvidados del pasado. Mas la reconstrucción, al dar por sentada la cuestión fundamental, disimula lo que en rigor debiera llamarse construcción. La palabra misma indica los peligros que entraña el procedimiento, que muchas veces desemboca en el tercer tipo de historia.

3.- Historia Inventada, que persigue una finalidad, un propósito nuevo y distinto de los anteriores. Podrá ser inventada, ya sea en el sentido latino del vocablo o en su moderna acepción, es decir, podrá ser una historia cuyas reconstrucciones e interpretaciones se basen en aspectos recordados o rescatados de la historia, o en su defecto podrá ser imaginada.


Propaganda, demagogia y democracia

Max Weber describía la democracia como una herramienta para elegir líderes fuertes y como forma de liderazgo carismático donde la demagogia imponía su deseo sobre las masas[8], lo cierto es que los movimientos de masas no surgen hasta que el orden establecido está desacreditado, por ello una administración de cierto mérito y vigor puede desaparecer si no consigue ganarse la lealtad de una minoría elocuente[9].

En la actualidad cada vez tendemos a exagerar la eficacia de la persuasión, como medio para inculcar opiniones y configurar conductas, sin embargo, la espada terrenal fue la que convirtió el cristianismo en una religión mundial. La coerción se acaba convirtiendo en la única opción cuando la masa deja de creer, ya que la propaganda por si misma no puede forzar su camino en mentes no dispuestas; ni puede inculcar algo nuevo, puesto que mas que infundir opiniones, articula y justifica las que ya están presentes en las mentes de los receptores[10].

Para Eric Hoffer en su obra The true Believer (1951), un movimiento de masas es iniciado por hombres de palabras (intelectuales que fundamentan la ideología), materializado por los fanáticos (pueblo) y consolidados por hombres de acción (Líder). De esta manera es una gran ventaja para un movimiento, y quizá un requisito previo para su duración, es que estos papeles sean desempeñados por diferentes hombres que se suceden entre sí, cuando las condiciones lo requieren. Cuando la misma persona o personas (o el mismo tipo de personas) dirige un movimiento desde el comienzo hasta su madurez, normalmente termina en desastre; ejemplo de ello fueron los movimientos fascistas y nazi que no tuvieron cambio sucesivo en el liderazgo y ambos acabaron en desastre. Por poner un ejemplo, fue el fanatismo de Hitler, además de su incapacidad para asentarse y desempeñar el papel de hombre práctico de acción, lo que llevó a la ruina su movimiento[11]. Además Hoffer también advierte, que si Hitler hubiese muerto a mediados de los años treinta, no hay duda que un hombre de acción del tipo de Göring le hubiese sucedido en el liderazgo y el movimiento hubiese sobrevivido.


Por otra parte, si bien es cierto durante la segunda guerra mundial, los campos de concentración no solo fueron el grueso de perdidas humanas, sino que la segunda guerra mundial por sus propias dimensiones colosales nos indica que aquel grueso de pérdidas se manifestó en una dinámica de operaciones conjuntas a escala masiva. Ejemplo de ello es la primera ofensiva sobre Francia en junio de 1940, Alemania empleó 128 divisiones y 2,5 millones de hombres; nes y 2,5 millones de hombres++e hombres; en la invasida.eoerra propiamente tal por sus dimensiones colosales, en la primera ofen la invasión de Rusia Operación Barbarroja, que comenzó el 22 de junio de 1941, 145 divisiones, 3,9 millones de hombres, 3.000 aviones. En el ataque japonés sobre Pearl Harbor (7 de diciembre de 1941), Estados Unidos perdió dieciocho barcos y 2.700 hombres. En El Alamein (octubre-noviembre de 1942), Alemania (Romel) empleó 540 tanques, 80.000 hombres y 350 aviones; Inglaterra (Montgomery), 1.440 tanques, 230.000 hombres y 150 aviones. En Stalingrado (agosto de 1942 a febrero de 1943), los alemanes perdieron 240.000 hombres, 1.500 tanques y 6.000 piezas de artillería[12].

Así mismo, Stalin se jactaba que Inglaterra había puesto el tiempo, Estados Unidos el dinero y Rusia la sangre. Esta afirmación aunque no es muy conocida entre la gente joven, entre los mayores está bastante extendida. Esta afirmación no tendría por qué ser cierta en primera instancia, sin embargo, esta visión sería compartida por el escritor y columnista británico Geoffrey Wheatcroft, quien escribe en uno de sus artículos mas conocidos acerca de lo que denomina “leyendas nacionales”. Wheatcroft explica que más franceses colaboraron con el régimen que los que resistieron, y más franceses pelearon por el Eje que por los Aliados. Por eso Charles de Gaulle[13], consciente y brillantemente, construyó el mito de la Francia Libre y la Resistencia que ayudó a cerrar las heridas y reconstruir el país. Además afirma que en los Estados Unidos, la primera leyenda nacional es que la guerra fue contra la Alemania de Hitler. Pero para los norteamericanos de la época "la guerra" estaba en el Pacífico, primer y último escenario donde se derramó sangre estadounidense: la guerra era “Las arenas de Iwo Jima” y no “Rescatando al soldado Ryan”

Analizando los hechos desde una perspectiva a escala temporal, nos daremos cuenta que el 1 de septiembre de 1939, Hitler invade Polonia, violando una vez mas el tratado de Versalles, y recibiendo como respuesta la declaración de guerra por parte de Francia e Inglaterra, sin embargo, poco hicieron por detener a las fuerzas Alemanas cuando invadieron Francia en 1940. Así mismo, Estados Unidos no quería perjudicar las relaciones con una reputada Alemania, mostrándose reticente al conflicto.

Probablemente la razón de esta motivación haya sido el desdén con el cual Hitler veía a la Unión Soviética, puesto que consideraba a esta “un gigante con pies de barro” es decir, según la perspectiva de Hitler, los soviéticos tenían fama pero en realidad no eran nada, en otras palabras, los norteamericanos compartían “algo” que no tenía relación directa con los métodos empleados en el ejercicio de control, sino con el ideario. Este ideario iría desde el evolucionismo clásico con sus concepciones  de supremacía racial, hasta el rechazo del comunismo soviético visto como agente social desestabilizador. De esta manera, E.E.U.U. fue un enemigo circunstancial de Alemania, más que un enemigo ideológico, puesto que compartían un mutuo interés por aquellos avances científicos mas vanguardistas. En cuanto respecta a idearios, estos no presentarían grado de contradicción alguno, por tanto solo podrían manifestarse contrarios a través del método por el cual ejercían control sobre las masas, la pregunta sería ¿Qué intereses en común podían existir entre Alemanes y Estadounidenses? En efecto, la complementaridad política entre ambos la encontramos en la desconfianza de ambos beligerantes hacia el comunismo como movimiento de masas, dado que desde 1938 hasta 1941 la comunidad internacional no se mostro sensible ni se manifestó frente a los abusos perpetrados por el régimen nazi contra los prisioneros de guerra rusos en el frente oriental, ni anteriormente contra el antisemitismo, que dicho sea de paso, muy afín en Estados Unidos por aquella época. De esta manera, el estallido de la II Guerra Mundial a ojos de la opinión pública neoliberal, no fue hasta el 7 de diciembre de 1941 con el ataque nipón a Pearl Harbor.

En conclusión para entender las leyendas nacionales que comenzaron tras el final de la segunda guerra mundial, es necesario demarcar los factores que hicieron factible una cohesión de la sociedad alemana bajo la figura del judío como un enemigo en común. Uno de esos factores de cohesión era el sentimiento supremacista, que se vio materializado en la persecución de la supuesta inferioridad de la “raza” judía, aprovechando un sesgo ideológico histórico, el cual se sirvió como chivo expiatorio con el fin de lograr objetivos de identidad territorial expulsando a determinados colectivos sociales considerados como indeseables. Posteriormente, el sionismo internacional haría uso de ello para consolidarse como estado-nación, en un territorio ocupado de forma no menos violenta que las realizadas anteriormente por sus verdugos durante la Segunda Guerra Mundial.


Bibliografía 

Finkelstein, N. (2002) La industria del Holocausto, reflexiones sobre la explotación del sufrimiento judío. Akal: Madrid.

Fusi, Juan Pablo. (2013) Breve historia del mundo contemporáneo. Galaxia Gutenberg: Barcelona. IBSN 978-84-15863-20-5

Hoffer, Eric, El verdadero creyente: sobre el fanatismo y los movimientos sociales. Madrid: Tecnos, 2009





[1] Boas Evron, “Holocaust: The Uses of Disaster”, Radical America, Julio-agosto de 1983, p. 15
[2] Finkelstein, N. (2002) p. 45
[3] Véase en Finkelstein y Birn, Nation, primera parte, sección 3, una diferenciación entre la literatura sobre el Holocausto y los estudios serios sobre el Holocausto nazi.
[4] Jacob Neusner (ed.), Judaism in Cold War America, 1945 – 1990, vol. II: In the Aftermath of the Holocaust, Nueva York, 1993, p. VIII
[5] David Stannard, “Uniqueness as Denial”, en Alan Rosenbaum (ed.), Is the  Holocaust Unique?, Boulder, 1996, p. 193.
[6] Finkelstein, N. (2002) p. 46
[7] Bernard Lewis, LA HISTORIA RECORDADA, RESCATADA, INVENTADA. (1976) p. 7
[8] Las tendencias de izquierda en europea suelen mostrar una actitud muy crítica con Weber, quizá por haber preparado en cierta manera el terreno intelectual para la posición de liderazgo de Adolf Hitler.
[9] Hoffer, E. (1951) p. 221
[10] Hoffer, E. (1951) p. 183
[11] Hoffer, E. (1951) p. 248

[1] Fusi, Juan Pablo. (2013) p. 179
[2] Presidente de Francia entre 1958 y 1969.