Actualmente con el resurgir de los movimientos nacionalistas en Europa, ya sean estos de ideología marxista o fascista, siempre tienden a inocular el las masas concepciones y comportamientos disociativos acerca de la historia, alentando pasiones a través de leyendas y mitos nacionales que generalmente tienden a la irracionalidad, así como a cuadros de paranoia colectiva, narcisismo y mitomanía, que desembocan en un chovinismo "no agresivo", como por ejemplo lo es actualmente el caso de la Catalunya independentista.
Ahora bien, un ejemplo de respuesta nacionalista residual tras la segunda guerra mundial, ha sido “La conciencia del Holocausto”. Como señala el reputado escritor Israelí Boas Evron, es en realidad “un adoctrinamiento propagandístico oficial, una producción masiva de consignas y falsas visiones del mundo, cuyo verdadero objetivo no es en absoluto la comprensión del pasado, sino la manipulación del presente”. En palabras del propio Evron, la memoria del exterminio nazi, llegó a convertirse “en poderosa herramienta en manos de los dirigentes israelíes y los judíos del extranjero”[1]
Ahora bien, un ejemplo de respuesta nacionalista residual tras la segunda guerra mundial, ha sido “La conciencia del Holocausto”. Como señala el reputado escritor Israelí Boas Evron, es en realidad “un adoctrinamiento propagandístico oficial, una producción masiva de consignas y falsas visiones del mundo, cuyo verdadero objetivo no es en absoluto la comprensión del pasado, sino la manipulación del presente”. En palabras del propio Evron, la memoria del exterminio nazi, llegó a convertirse “en poderosa herramienta en manos de los dirigentes israelíes y los judíos del extranjero”[1]
Esencialmente
son dos los dogmas fundamentales que sustentan la estructura del holocausto:
(1) el Holocausto constituye un acontecimiento histórico categóricamente
singular; (2) el Holocausto marca el clímax del eterno e irracional odio gentil
a los judíos[2].
En el discurso público previo a la guerra de junio de 1967, no se encuentra ni
rastro de estos dogmas, y aunque luego llegaron a convertirse en pilares de la
literatura sobre el Holocausto, tampoco se encuentra rastro de ellos en los
estudios serios sobre el Holocausto nazi[3].
La
comunidad judía organizada de EEUU, hizo lo posible por enmarcarlo en un
contexto universalista. Pero después de la guerra de junio del 67', la solución final
nazi se situó en un marco radicalmente distinto. “La idea principal y primera
que surgió de la guerra de 1967, y que llegaría a ser emblemática del judaísmo
estadounidense”, según rememora Jacob Neusner, fue que “el Holocausto (…) era
algo único, sin parangón en la historia de la humanidad”[4].
En un ensayo revelador, el historiador David Stannard ridiculiza la “pequeña
industria de los hagiógrafos del Holocausto que argumentan con toda la energía
y la ingenuidad de los fanáticos, que la experiencia judía fue única”[5].
De todas formas, no es difícil demostrar que el dogma de la singularidad es
absurdo[6].
En este sentido, existirían
múltiples formas de definir y subdividir la historia; las formulaciones de
interés tradicional son el quién, el cuándo y el dónde; luego, en una área mas
compleja, lo que interesa es el tema – el qué y el cómo, y, para quien tiene
ambiciones intelectuales, el porqué; en cuanto a la metodología, por el
carácter de las fuentes y la forma en que se las aprovecha; en cuanto a
ideología, por su función y su propósito – más del historiador que de la
historia, y muchas más. La clasificación aquí adoptada, según se desprende de
las observaciones anteriores, es de tres tipos, como sigue[7]:
1.- Historia recordada, mas
que historia propiamente dicha, consiste mas bien en una serie de observaciones
acerca del pasado en una gama que va desde el recuerdo personal de los mayores
hasta las tradiciones vivas de una civilización, contenidas en sus escrituras
sacras, sus clásicos y su historiografía heredada. Es decir, se puede definir
como la memoria colectiva de una comunidad o de una nación. Aquello que sus
gobernantes y dirigentes, sus poetas y sabios han considerado mas digno de
recuerdo, trátese bien de un símbolo o de una realidad.
2.- Historia rescatada, que
se ocupa de acontecimientos, personas e ideas que han caído en el olvido, es
decir, que en determinado momento y por alguna razón quedó borrada de la
memoria de la comunidad y que, al cabo de un lapso mas o menos prolongado, fue
rescatada por la erudición académica: el estudio de los archivos, las
excavaciones en los emplazamientos de antiguas ciudades y la interpretación de
inscripciones consignadas en lenguas ya desaparecidas y que revelan aspectos
olvidados del pasado. Mas la reconstrucción, al dar por sentada la cuestión
fundamental, disimula lo que en rigor debiera llamarse construcción. La palabra
misma indica los peligros que entraña el procedimiento, que muchas veces
desemboca en el tercer tipo de historia.
3.- Historia Inventada, que
persigue una finalidad, un propósito nuevo y distinto de los anteriores. Podrá
ser inventada, ya sea en el sentido latino del vocablo o en su moderna
acepción, es decir, podrá ser una historia cuyas reconstrucciones e
interpretaciones se basen en aspectos recordados o rescatados de la historia, o
en su defecto podrá ser imaginada.
Propaganda, demagogia
y democracia
Max
Weber describía la democracia como una herramienta para elegir líderes fuertes
y como forma de liderazgo carismático donde la demagogia imponía su deseo sobre
las masas[8], lo
cierto es que los movimientos de masas no surgen hasta que el orden establecido
está desacreditado, por ello una administración de cierto mérito y vigor puede
desaparecer si no consigue ganarse la lealtad de una minoría elocuente[9].
En
la actualidad cada vez tendemos a exagerar la eficacia de la persuasión, como
medio para inculcar opiniones y configurar conductas, sin embargo, la espada terrenal
fue la que convirtió el cristianismo en una religión mundial. La coerción se
acaba convirtiendo en la única opción cuando la masa deja de creer, ya que la
propaganda por si misma no puede forzar su camino en mentes no dispuestas; ni
puede inculcar algo nuevo, puesto que mas que infundir opiniones, articula y
justifica las que ya están presentes en las mentes de los receptores[10].
Para Eric Hoffer en su obra The true Believer (1951), un movimiento
de masas es iniciado por hombres de palabras (intelectuales que fundamentan la
ideología), materializado por los fanáticos (pueblo) y consolidados por hombres
de acción (Líder). De esta manera es una gran ventaja para un movimiento, y
quizá un requisito previo para su duración, es que estos papeles sean
desempeñados por diferentes hombres que se suceden entre sí, cuando las
condiciones lo requieren. Cuando la misma persona o personas (o el mismo tipo
de personas) dirige un movimiento desde el comienzo hasta su madurez,
normalmente termina en desastre; ejemplo de ello fueron los movimientos
fascistas y nazi que no tuvieron cambio sucesivo en el liderazgo y ambos
acabaron en desastre. Por poner un ejemplo, fue el fanatismo de Hitler, además de su incapacidad para asentarse
y desempeñar el papel de hombre práctico de acción, lo que llevó a la ruina su
movimiento[11].
Además Hoffer también advierte, que si Hitler hubiese muerto a mediados de los años
treinta, no hay duda que un hombre de acción del tipo de Göring le hubiese
sucedido en el liderazgo y el movimiento hubiese sobrevivido.
Por otra parte, si bien es cierto durante la segunda guerra mundial, los campos de concentración no solo fueron el grueso de perdidas humanas,
sino que la segunda guerra mundial por sus propias dimensiones colosales nos
indica que aquel grueso de pérdidas se manifestó en una dinámica de operaciones conjuntas a escala masiva. Ejemplo
de ello es la primera ofensiva sobre Francia en junio de 1940, Alemania empleó
128 divisiones y 2,5 millones de hombres; [12]. en la
invasión de Rusia Operación Barbarroja,
que comenzó el 22 de junio de 1941, 145 divisiones, 3,9 millones de hombres,
3.000 aviones. En el ataque japonés sobre Pearl Harbor (7 de diciembre de
1941), Estados Unidos perdió dieciocho barcos y 2.700 hombres. En El Alamein
(octubre-noviembre de 1942), Alemania (Romel) empleó 540 tanques, 80.000
hombres y 350 aviones; Inglaterra (Montgomery), 1.440 tanques, 230.000 hombres
y 150 aviones. En Stalingrado (agosto de 1942 a febrero de 1943), los alemanes
perdieron 240.000 hombres, 1.500 tanques y 6.000 piezas de artillería
Así mismo,
Stalin se jactaba que Inglaterra había puesto el tiempo, Estados Unidos el
dinero y Rusia la sangre. Esta afirmación aunque no es muy conocida entre la
gente joven, entre los mayores está bastante extendida. Esta afirmación no
tendría por qué ser cierta en primera instancia, sin embargo, esta visión sería
compartida por el escritor y columnista británico Geoffrey Wheatcroft, quien
escribe en uno de sus artículos mas conocidos acerca de lo que denomina
“leyendas nacionales”. Wheatcroft explica que más franceses colaboraron con el
régimen que los que resistieron, y más franceses pelearon por el Eje que por
los Aliados. Por eso Charles de Gaulle[13],
consciente y brillantemente, construyó el mito de la Francia Libre y la
Resistencia que ayudó a cerrar las heridas y reconstruir el país. Además afirma
que en los Estados Unidos, la primera leyenda nacional es que la guerra fue
contra la Alemania de Hitler. Pero para los norteamericanos de la época
"la guerra" estaba en el Pacífico, primer y último escenario donde se
derramó sangre estadounidense: la guerra era “Las arenas de Iwo Jima” y no
“Rescatando al soldado Ryan”
Analizando los
hechos desde una perspectiva a escala temporal, nos daremos cuenta que el 1 de
septiembre de 1939, Hitler invade Polonia, violando una vez mas el tratado de
Versalles, y recibiendo como respuesta la declaración de guerra por parte de
Francia e Inglaterra, sin embargo, poco hicieron por detener a las fuerzas
Alemanas cuando invadieron Francia en 1940. Así mismo, Estados Unidos no quería
perjudicar las relaciones con una reputada Alemania, mostrándose reticente al
conflicto.
Probablemente
la razón de esta motivación haya sido el desdén con el cual Hitler veía a la
Unión Soviética, puesto que consideraba a esta “un gigante con pies de barro”
es decir, según la perspectiva de Hitler, los soviéticos tenían fama pero en
realidad no eran nada, en otras palabras, los norteamericanos compartían “algo”
que no tenía relación directa con los métodos empleados en el ejercicio de
control, sino con el ideario. Este ideario iría desde el evolucionismo clásico
con sus concepciones de supremacía
racial, hasta el rechazo del comunismo soviético visto como agente social desestabilizador.
De esta manera, E.E.U.U. fue un enemigo circunstancial de Alemania, más que
un enemigo ideológico, puesto que compartían un mutuo interés por aquellos
avances científicos mas vanguardistas. En cuanto respecta a idearios, estos no
presentarían grado de contradicción alguno, por tanto solo podrían manifestarse
contrarios a través del método por el cual ejercían control sobre las masas, la
pregunta sería ¿Qué intereses en común podían existir entre Alemanes y
Estadounidenses? En efecto, la complementaridad política entre ambos la
encontramos en la desconfianza de ambos beligerantes hacia el comunismo como
movimiento de masas, dado que desde 1938 hasta 1941 la comunidad internacional
no se mostro sensible ni se manifestó frente a los abusos perpetrados por el
régimen nazi contra los prisioneros de guerra rusos en el frente oriental, ni
anteriormente contra el antisemitismo, que dicho sea de paso, muy afín en
Estados Unidos por aquella época. De esta manera, el estallido de la II Guerra
Mundial a ojos de la opinión pública neoliberal, no fue hasta el 7 de diciembre
de 1941 con el ataque nipón a Pearl Harbor.
En conclusión para entender las leyendas nacionales que comenzaron tras el final de la segunda guerra mundial, es necesario demarcar los factores que hicieron factible una
cohesión de la sociedad alemana bajo la figura del judío como un enemigo en
común. Uno de esos factores de cohesión era el sentimiento supremacista, que se
vio materializado en la persecución de la supuesta inferioridad de la “raza”
judía, aprovechando un sesgo ideológico histórico, el cual se sirvió como chivo
expiatorio con el fin de lograr objetivos de identidad territorial expulsando a
determinados colectivos sociales considerados como indeseables. Posteriormente,
el sionismo internacional haría uso de ello para consolidarse como estado-nación, en un territorio ocupado de forma no menos violenta que las realizadas
anteriormente por sus verdugos durante la Segunda Guerra Mundial.
Bibliografía
Finkelstein,
N. (2002) La industria del Holocausto, reflexiones sobre la explotación del
sufrimiento judío. Akal: Madrid.
Fusi,
Juan Pablo. (2013) Breve historia del mundo contemporáneo. Galaxia
Gutenberg: Barcelona. IBSN 978-84-15863-20-5
Hoffer,
Eric, El verdadero creyente: sobre el fanatismo y los movimientos sociales.
Madrid: Tecnos, 2009
[3] Véase en Finkelstein y Birn, Nation, primera parte, sección 3, una
diferenciación entre la literatura sobre el Holocausto y los estudios serios
sobre el Holocausto nazi.
[4] Jacob Neusner (ed.), Judaism in Cold War America, 1945 – 1990,
vol. II: In the Aftermath of the
Holocaust, Nueva York, 1993, p. VIII
[5] David Stannard, “Uniqueness as
Denial”, en Alan Rosenbaum (ed.), Is
the Holocaust Unique?, Boulder,
1996, p. 193.